Y allí estaba yo, se podría decir que feliz y sin nada que hacer en una fría mañana de vacaciones. A lo largo de mi vida me encuentro a diario con el aburrmiento, está en todas partes. No soy una persona a la que se le de bien hacer cosas o que tenga aficciones. Durante mi adolescencia he buscado formas de canalizar mi falta de pasión. Un claro ejemplo pueden ser el alcohol o las drogas, tomar dorgas es fácil. Las drogas son guays para un chico de catorce años, son inevitables. Crees que te hacen parecer guay y por los cojones que te hacen sentir guay. Pero tomarlas requiere su esfuerzo y te hacen sentir mal un rato largo, hay que perseverar si se quiere ser guay... y tienes que ser guay. También busqué diversión en el vandalismo callejero, el spray de pintura es más poderoso que la espada. Pintaba cosas en las paredes como: "Dios es gay", "Homosexuales al poder" o "Cristo es un aborto". Hay que entenderlo, no pintaba esas cosas porque fuera gay, y lo que me jodió el día que descubrí que no lo era, las pintaba porque sabía que así cabreaba a los hijoputas con pegatinas en el coche de "Mata a un marica por cristo" que llenaban el pueblo como un rebaño de ovejas escandalosas. Había aprendido a dar la nota, había aprendido a buscar la evolución y la revolución, a quemar a los creyentes. No sentía ningún miedo, ni siquiera cuando me pillaban y me meaba en los pantalones. Pero vivía encerrado entre cuatro barrotes. Cuatro barrotes, compases iluminando obscenidades, y de ahí se pasa al estribillo. Un estribillo se grita, los versos se susurran, los estribillos deben gritarse. Así es como me metí en un grupo. Conocí a Travis ese año en la escuela, un tío patoso pero de gran corazón. Ya entonces era de lo más gracioso y tocaba muy bien la guitarra. Yo había empezado a escribir canciones, cerraba los ojos y me limitaba a cantar las cosas que me pinchaban tras ellos. La verdad es que sólo intentaba plagiar a los Pixies. Pero había momentos en los que el mundo se fundía al blanco del papel y antes de darme cuenta volvía a conversar con el universo, con cálidos chutes que ascendían desde mis pies. En cambio ahora no tengo mucho que hacer. Envidio a la gente que es feliz con las cosas pequeñas, es gente que no se enfrenta a los problemas del conocimiento, conozco a muchos que son así, son tan simples que disfrutan de la vida y son felices viendo deporte por la tele y tomándose una cerveza de vez en cuando. Siempre me he sentido muy complicado y por eso les envidio, no estoy diciendo que sea más listo que los demás, sólo que soy mas sensible. Me gustaría poder disfrutar de las cosas sencillas de la vida. En cualquier caso mientras daba vueltas a la cabeza me dí cuenta de que el dinero que mis padres me mandaban no estaba siendo suficiente ahora que tenía que ayudar a Sam además de mantenerme a mí mismo. Necesitaba un trabajo fácil que no ocupase mucho tiempo, pues tenía que compaginarlo con mis estudios. Bajé a comprarme un periódico y me pegué al teléfono preguntando por todas las ofertas de trabajo, así me dí de bruces con el curioso sistema que se mantiene dentro del mundo laboral. No puedes conseguir un trabajo si no tienes experiencia y no puedes adquirir experiencia si no te contratan en ningún trabajo por lo tanto lo más sabio es tirar de contactos, así que llamé a Travis.
- Travis al aparato.
- Tío soy Buddy, tienes que hacerme un favor enorme.
- ¿Qué clase de favor?
- Pues... Me preguntaba si podías conseguirme un empleo en la librería en la que trabajas... - Siempre se me dió mal pedir favores.
- ¿Y para qué me necesitas? Ve y solicítalo, no son elitistas, por algo me han contratado.
- Lo sé, pero siempre piden referencias y yo no he trabajado en mi vida. - Me estaba costando más de lo que creía.
- ¿En serio? Hostia, eso es chungo...
- Solo tienes que mentir por mi, diles que solía trabajar para tí o algo.
- Me gusta como suena eso de que trabajabas para mí, dalo por hecho Bud, mañana pásate por allí y te explico como van las cosas.
- Muchas gracias tío me has salvado la vida, te debo una.
Travis me ayudaría a conseguir el trabajo, estaba orgulloso de mí mismo, ¡había conseguido mi primer trabajo! Pero soy una persona demasiado versátil, sometida a cambios de humor y carente de pasión y no pude evitar hacerme a la idea de que a partir de ahora mi supervivencia en este mundo iva a depender de una tarea repetitiva que tendría que llevar a cabo día tras día hasta el momento de mi misma muerte. Al menos estaba lejos de casa, en la universidad. No era el tipo de vida que buscaba pero si no me hubiera largado del nido supongo que estaría haciendo lo que el resto de la gente hace en el sitio donde crecí; talar arboles, beber, tener sexo, hablar de sexo y beber un poco más.