El tiempo pasó y con él Sam se fué tranquilizando, una vez calmada me explicó que sus padres tenían problemas económicos desde siempre y una hija inesperada no mejoró las cosas, intentaron darle todo lo que pudieron pero la falta de dinero, la depresión, el acohol y los nervios terminaron por derrumbarse encima de la pequeña Samantha. Aunque parecía mayor sólo tenia 17 años y todavía iva al instituto. Con el miedo en el cuerpo el único lugar al que se le ocurrió ir fué, a que nadie lo adivina... ¡mi agujero! Mientras me explicaba lo ocurrido me vino a la mente aquel inesperado "hasta pronto" que resultó hacerse tan real como mi sorpresa. No me importaba que estuviese por el apartamento, necesitaba algo de compañía o me pudriría solo eternamente así que la dejé instalarse.
- Buddy, ¿dónde puedo poner mi ropa?
- En una caja.
- ¿No tienes armario? ¿En que clase de cloaca vives?
- En la que ahora mismo estoy compartiendo contigo. - La dulce Sam volvía a sacarme de mis casillas.
- En fin... ¡Me pido la cama!
- ¿Qué? De eso nada, ¡es mía!
- No pienso compartirla, no te conozco, no sé con que clase de pervertido estoy tratando.
- ¿No me conoces para compartir mi cama pero si para instalarte en mi casa?
Entre discusiones nos topamos con el anochecer, sentados en el sofá cenando helado y viendo una pequeña televisión en blanco y negro que Samantha había traído. Duespués de tan caótico día lo único que deseaba era quedarme dormido y evadirme por completo de todo lo que me rodeaba. No pude evitar pensar en ella también, la tenía a mi lado y supongo que al igual que yo, deseaba con todas sus fuerzas que se terminase el día. Mientras tanto forzaba la vista para distinguir los cotilleos en aquel televisor .
- No hay nada peor que la fama y que miles de personas hablen de ti como si fueras una puta.
- Pero a esos miles de personas no les importa tu opinión.
- No me importa en absoluto.
- ¿Y qué es lo que a ti te importa?
- Realmente no lo sé, vivo con una absoluta falta de motivación, no me gusta el mundo en el que vivo pero sé que no puedo cambiarlo.
- Según han transcurrido mis últimas horas de vida creo que comparto esa misma sensación... ¿Cómo sería ese mundo que te imaginas? - Me sorprendía que Sam, la borde Sam, se sincerase conmigo y se interesase por algo que yo pienso.
- En el mundo que imagino se cazarán alces en los bosques húmedos de los cañones que rodearán las ruinas de alguna gran ciudad, se llevarán ropas de cuero que durarán toda la vida, se trepará por lianas tan gruesas como mi muñeca que envolverán la torre Sears y cuando se mire hacia abajo, se verán pequeñas figuras humanas machacando maíz y secando tiras de carne de ganado en el asfalto de alguna gigantesca autopista abandonada.
- ¿Tanto odias el progreso? No me cabe en la cabeza que alguien pueda pensar eso.
- Pero piensa, antes hojeábamos pornografía ¿y ahora? Ahora hojeamos la coleccion de interiorismo. Vivimos en un mundo dominado por la religión del consumo y el dios supremo es el mercado.
- Estas loco Buddy.
- No estoy loco ¿Lees todo lo que te dicen que leas? ¿Piensas todo lo que te dicen que pienses? ¿Compras todo lo que te dicen que necesistas? No somos nuestro trabajo. No somos nuestra cuenta corriente. No somos el coche que tenemos. No somos el contenido de nuestra cartera. No somos nuestros pantalones... Somos la mierda cantante y danzante del mundo.
No sé cuanto tiempo seguimos hablando pero fué agradable compartir pensamientos con alguien. Cuando se fué a dormir me quedé en el sofá, tumbado mirando el reflejo de mi cara en la pantalla apagada del televisor, al cabo de un rato ella vino a traerme una manta, ese gesto hizo que no me la sacase de la mente en toda la noche. Sam me hacía feliz, aunque eso me despertaba más quebraderos de cabeza, echaba de menos la comodidad de estar triste.