sábado, 25 de septiembre de 2010

Si te vas me mato y si no también

Por la mañana, cuando me desperté y abrí los ojos recordé lo que había pasado la noche anterior y la tajante despedida de Samantha. Una vez más a continuación de mi nombre estaría la palabra "error", como maldigo esa puta palabra. Desde un primer momento supe que sería una mañana tensa. Era evidente que me había enamorado de Sam, no podía negarlo ni engañarme a mí mismo y que esos labios que horas antes me habían traído de nuevo felicidad y esperanza pronunciasen la palabra que despertaba los fantasmas que me han perseguido y machacado en el pasado era una idea que me torturaba. De nuevo el fracaso se adueñó de toda la habitación. El suicidio permanece aunque esté escondido. Tiempo atrás había estado torturado por esos fantasmas, fué entonces cuando recordé esa palabra, sucidio. Dilo en susurros, para muchos es una fea realidad que se entierra en la parte oscura del cementerio, lejos de los ojos de Dios. Pero cuando se es joven, uno puede ver la belleza en él. Supongo que para los que quedan vivos el suicidio es como un virus que infecta la sociedad. Una broma cruel con un final sorpresa, pero es muy diferente para quienes tienen las pelotas de suicidarse y yo lo considero un final feliz para ellos. Para mi tío Joe por ejemplo, tenía pelotas y se colgó. Recuerdo que Travis y yo nos pasamos media hora viendo como su cuerpo se columpiaba en el árbol antes de que se lo llevaran. El suicidio entró muy pronto en mi casa. Estaba impreso en mi ADN como una huella digital. Debí haber muerto hace mucho tiempo atrás. Estaba confuso, no sabía si me acercaba a la superficie o si me hundía más y más. ¿Cuando me acosté era tremendamente feliz y al despertarme volvía a tener instintos suicidas? Me froté la cara y me incorporé, tenía que animarme, de todas formas la pequeña Samantha aún no se había despertado, no estaba del todo seguro de lo que iva a pasar. Eso era un alivio. Me mojé un poco la cara para despejarme y me preparé un desayuno, café con un par de tostadas y fué mientras desayunaba cuando la puerta de mi cuarto se abrió. Sam se sentó delante de mi y cogió una de mis tostadas, bostezó y me dió los buenos días. Durante unos segundos el silencio se me hizo eterno y dentro de mí había hierro fundido quemándome las entrañas de repente me preguntó:
- Olle Buddy, ¿Has tenido novia alguna vez?
- Pues si, he estado saliendo con un par de chicas...
- Ya decía yo, no me tenías pinta de Don Juán - Lo dijo con un tono burlón, ¿pero qué coño pasaba?
- Muy graciosa por la mañana temprano. - Debió notar que ese tono no me agradaba demasiado porque volvió a preguntarme con curiosidad.
- Y... ¿Que pasó? Si no es demasiado comprometida la pregunta claro. - Si, lo era.
- Por lo visto fuí un error para todas.
Otra vez ese incómodo silencio. Se levantó de la mesa y se acercó a la nevera, simplemente curioseó lo que había y la cerró. Yo le estaba dando la espalda, terminándo de beberme el café cuando sentí sus brazos abrazándome por detrás y un beso en la cabeza. Fué uno de los momentos mas tiernos de mi vida, jamás lo olvidaré.
- Lo de anoche no fué un error pero no quiero precipitarme a la hora de deciridir mis sentimientos. Me llevo dinero, no hay nada en la nevera. Desayunaré de camino al centro comercial, quiero comprarme algo de ropa.
La puerta se cerró y yo seguía boquiabierto, conjelado... No podía creerme lo que había pasado, hace unos minutos creía que todo estaba perdido ¿y ahora? Esa mujer puede cambiar mi forma de ver el mundo. Antes de morir muchos morirán conmigo y se lo merecerán pero por ahora iva a quedarme. Os veo en el infierno.

martes, 21 de septiembre de 2010

Creo que puedo, sé que puedo

Durante las dos semanas siguientes viví encerrado, devorando apuntes y con una dieta que se reducía únicamente al café. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y necesitaba aprobar para poder disfrutar de unas vacaciones tranquilas, pero sobre todo para seguir recibiendo el dinero que mis padres me mandaban por tenerme lejos y haciendo algo de mi vida. Mi viejo no fué a la universidad, por lo que era importante que yo fuera. Detesto esa mentalidad que parecen tener todos los progenitores. Cuando me gradúe seguiré a merced de sus aspiraciones frustradas, tendré que llamarle y preguntarle "¿Y ahora qué?" su respuesta será "Búscate un trabajo" y cuando lo encuentre y me pudra entre billetes deseará que me busque una mujer y me case, típico.
Cuando terminé los examenes, al salir de la facultad heché a correr, me volvía a sentir libre. Corrí hasta que mis músculos ardían y mis venas bombeaban ácido de batería, y luego... seguí corriendo hasta llegar al apartamento. Mientras corría mi cabeza se llenaba de ideas y pensamientos sueltos, repentinos, sin ningún sentido aparente... como si el caos me estuviese violando el cerebro. Sentía ganas de meterle una bala entre los ojos a cada panda que se negara a follar para salvar su especie, quería abrir las válvulas de descarga rápida de todos los petroleros y llenar de crudo todas esas bonitas playas que yo jamás conocería, quería respirar humo.
Una vez allí me tumbé en el sofá y miré al techo con la vista nublada mientras recuperaba el aliento. Mi mente estaba a cero, totalmente en blanco y al recuperar la consciencia y volver a mi ser, esa mente vacía, en ese espacio en blanco apareció ella, Sam. De repente sentí una imperiosa necesidad de verla pero, ¿dónde estaba? Me pasé semanas encerrado sumido por completo en mis quehaceres sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Tenía que salir a buscarla. Fuí a casa de Heroína Bob pero tampoco estaba en casa, luego vagué sin rumbo por la ciudad buscando en cada local, cada callejón... pero no hubo suerte así que una vez más me encontraba como al principio, tumbado en el sofá mirando al techo pero esta vez con una cosa en mente, algo que ocupaba todas mis funciones cerebrales, ¿dónde estaba ella?. Hasta que sonó el móvil, ¡el maldito móvi!l, no se me había pasado por la cabeza llamarla.
- ¡Capullo!
- ¿Hola?
- Sabía que dirías eso jaja, ¿sabes dónde estoy? Asómate por la ventana.
- ¿Ahora?
Justo en ese momento colgó, rápidamente me levanté y miré por la ventana, ¡era ella! Había ido a buscar un colchón para que no tuviese que dormir en el sofá y necesitaba ayuda para subirlo. Antes de darme cuenta ya estaba abajo ayudándola a subirlo por las escaleras, cuando subimos lo tiramos bajo la ventana de la sala de estar, en un rincón y los dos nos tumbamos por inercia. Nos quedamos el uno enfrente del otro, no dejaba de mirarme y... sucedió. Hablaba por medio de sus ojos, con esa mirada penetrante que me seducía, me hipnotizaba, me obligaba a acercarme y acariciar sus labios con los mios y sucumbir a la pasión.
Y las siguientes palabras que saliren de esos labios no fueron otras que "Buenas noches Buddy". Ese fué el primer momento de mi vida en el que tuve miedo de morir, no quería que nada me separase de ella.